Literatura Juvenil. Parte 1
Entre las sagas y el cómic
Por Verónica Carrera y Javiera Gutiérrez
Entre las sagas y el cómic
Por Verónica Carrera y Javiera Gutiérrez
¿Qué ofrece la industria editorial al joven lector? ¿Se puede hablar de un boom de la literatura juvenil?
El fenómeno, en nuestro país, tiene todavía pocos años. Recién en las postrimerías de los ochenta se empezó a hablar de "literatura juvenil". No se sabía si tenía sus propios temas y reglas, pero estaba claro que los adultos no contaban con textos apropiados para ofrecerles a los lectores de doce años en adelante. El secundario se nutría en su mayoría de los clásicos universales y de la literatura latinoamericana y española (Benedetti, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Quevedo, Cervantes, Calderón de la Barca, por nombrar algunos), mientras que en los últimos años de la escolaridad primaria, se proponían autores nacionales que escribían para el público infantil. El material de lectura que podía encontrarse dedicado especialmente al público juvenil ofrecía una mirada no exenta de moralejas y modelos sociales estáticos de jóvenes "correctos". Pasaron pocos años para que algunos escritores argentinos comenzaran a tomar las voces de los adolescentes para contar sus conflictos e inquietudes. Violencia, solidaridad, colaboración, autosuperación, búsqueda de la identidad, problemas familiares, justicia, autoridad, éxito y fracaso fueron temas que la literatura juvenil nacional comenzó a abordar, de la mano de autores como Silvia Schujer, Pablo De Santis, Antonio Santa Ana o Marcelo Birmajer. Sin embargo, en estos días, cuando la complejidad social propone permanentemente nuevos desafíos para la literatura juvenil, no es éste el aspecto más prolífico de las producciones destinadas al sector. Pero gracias a los esfuerzos de las editoriales y de los autores, hay un universo temático que aflora aunque todavía no se llegue a construir del todo.
El fenómeno, en nuestro país, tiene todavía pocos años. Recién en las postrimerías de los ochenta se empezó a hablar de "literatura juvenil". No se sabía si tenía sus propios temas y reglas, pero estaba claro que los adultos no contaban con textos apropiados para ofrecerles a los lectores de doce años en adelante. El secundario se nutría en su mayoría de los clásicos universales y de la literatura latinoamericana y española (Benedetti, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Quevedo, Cervantes, Calderón de la Barca, por nombrar algunos), mientras que en los últimos años de la escolaridad primaria, se proponían autores nacionales que escribían para el público infantil. El material de lectura que podía encontrarse dedicado especialmente al público juvenil ofrecía una mirada no exenta de moralejas y modelos sociales estáticos de jóvenes "correctos". Pasaron pocos años para que algunos escritores argentinos comenzaran a tomar las voces de los adolescentes para contar sus conflictos e inquietudes. Violencia, solidaridad, colaboración, autosuperación, búsqueda de la identidad, problemas familiares, justicia, autoridad, éxito y fracaso fueron temas que la literatura juvenil nacional comenzó a abordar, de la mano de autores como Silvia Schujer, Pablo De Santis, Antonio Santa Ana o Marcelo Birmajer. Sin embargo, en estos días, cuando la complejidad social propone permanentemente nuevos desafíos para la literatura juvenil, no es éste el aspecto más prolífico de las producciones destinadas al sector. Pero gracias a los esfuerzos de las editoriales y de los autores, hay un universo temático que aflora aunque todavía no se llegue a construir del todo.